"Dos horas encerrado, en una sala
minúscula. Sala de espera o de aislamiento. Los servicios de inteligencia y de
contraespionaje deben haberla cedido a este ministerio. Era exactamente la visión
de una película, de las nuevas eso sí, de James Bond interpretado por Daniel
Craig. No se sabe ni se sabrá la verdadera intención de hacinar a tanta gente. Todas
las nacionalidades renegadas, multiplicadas hasta el techo, donde crecen las
telas de arañas. Bebés, sobre todo bebés en brazos o en coches sobredimensionados,
más grandes que la paciencia de los que miran sus pies, entre sillas plásticas,
un papelito con un número en las manos. La gente entraba y salía de ahí constantemente, pero también lentamente, cansados, entristecidos o aliviados por algo. Las emociones de la lentitud aqui surgen y se potencian. Una
voz de mujer repetía por unos pequeños parlantes cada cinco minutos “Estamos para servirlo. Vigilamos por su
seguridad, el orden de su estadía”. Los parlantes eran de mala calidad y
saturaban con la voz. Sentado en el suelo, con las piernas retraídas, un hombre
leía el Corán y experimentaba el fenómeno de la transmutación. Esa mañana, se había
convertido en el número 681. Un número mal impreso, que ennegrecía sus dedos."
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